«Noche para el olvido» es la frase que he escuchado y leído de muchos; incluyendo amigos, jugadores y directivos. Porque se ha firmado la peor derrota futbolística de la historia de nuestra selección mexicana, perdiendo 7-0 contra Chile.
Hoy, con más cabeza fría, es que logro escribir un poco de lo que creo y pienso. Antes de cualquier comentario quiero decir que las cosas se tienen que tomar como son: ni somos la peor selección por perder 7-0, ni tan buenos como para alzarnos el cuello. No es momento de correr a nadie sino de replantear el cómo se están haciendo las cosas.
Como selección nunca hemos tenido un sistema de juego histórico como otras grandes selecciones: Italia y su juego defensivo, Brasil y su joga bonito o Alemania y su orden perfecto.
Cada generación mexicana se ha adaptado al talento y jugadores que se tienen en el momento, que no está mal, pero pasan los técnicos y las generaciones con maneras tan distintas de jugar que termina por pasarnos factura cuando las generaciones se acaban porque no hay historia qué enseñarles a las nuevas.
No tenemos un sistema porque no queremos. Porque no respetamos los procesos, los apresuramos, los cortamos y ponemos el negocio y el dinero por encima del deporte y las personas. Sinceramente creo que el futbol (y el deporte en general) no está peleado con los negocios y el dinero, pero en México no lo estamos haciendo de la manera correcta.
Si queremos hacer crecer este negocio se puede hacer, siempre y cuando nos preocupe lo primordial: el deporte y las personas. El negocio va a crecer si el nivel deportivo crece. Ejemplo nos han dado las grandes selecciones que han formado su historia futbolística y sus selecciones siguen siendo negocio. Es cierto que el camino será largo y sinuoso pero será el mejor negocio que se pueda hacer porque no durará 4 años sino que será el comienzo de una gran historia.
Ya he visto por muchos años a mis directivos, los de pantaloncillo largo, y para ser honesto, creo que lo único que puede revertir esta situación en la que vivimos, donde no tenemos un sistema de juego ni queremos adquirir uno, será cuando hayamos tocado fondo y por consecuencia su negocio se quiebre.
Si bien es cierto que nunca hemos tenido un estilo de juego que identifique a nuestra selección, siempre hemos tenido algo que define a los mexicanos: la actitud de jugar cada pelota hasta al final y de, como decimos comunmente, «morirnos en la raya».
La afición mexicana es una de las más nobles y una de las mejores. Perdonamos casi lo que sea, cada nuevo torneo vamos con nuevas esperanzas y siempre habrá mexicanos en cualquier rincón del mundo para hacer sentir a la selección como en casa. Lo único que no podemos perdonar es que no se deje el alma en la cancha y que no se luche con toda las fuerzas y talento que se tenga, porque ese es el espíritu y la naturaleza del mexicano que lucha en su día a día y solo queremos que nuestros seleccionados representen al mexicano dignamente.
Desde ayer he visto la reacción de varios jugadores. He visto la vergüenza en sus rostros, como nunca en mi vida los había visto, he visto cómo han dado la cara cuando realmente no querían pero la dieron de corazón, con un sincero dolor y arrepentimiento. Me he dado cuenta que les ha dolido tanto como a nosotros, y a veces nos olvidamos que ellos también son personas. Y cuando nuestra gente ha cometido un error, siente lo mismo que nosotros y nos pide perdón. ¡Claro que los perdonaremos!
18 de junio de 2016, el día que perdimos 7-0, el día de la peor derrota futbolística de nuestra selección. Un día que debe quedar tatuado en la memoria del futbol mexicano para que sirva de punto de reflexión e inflexión. Para que cuando volteemos atrás y recordemos el 18 de junio veamos hasta donde caímos, dónde no queremos volver a estar jamás y de dónde nos levantamos para ser grandes.